Como es posible que vuelva a estar en la calle?

Benjamín vuelve a dormir al raso!

Fué el pasado viernes. O quizás el sábado.

Unas palabras confundidas e incrédulas de Gerardo, desde servicios sociales de calle, intentaban relatarme lo incomprensible. El tampoco lo entendia.

Benjamín, ciego y cojo, volvía a estar en la calle. Con su pata de palo.

No puede ser. No es posible!

… Más llamadas telefónicas. A todos y todas los que últimamente hemos mantenido el contactyo con Benjamín.

Pere, Anna Maria, Marisol, Gerardo…

Por qué?

Benjamín vuelve a estar en la calle, durmiendo al raso.

Son solo unas palabras que intentan resumirlo todo.

Son solo las palabras de la directora de la residencia donde estaba Benjamín.

– Este señor ya no vive en esta residencia. Su asistente social lo sabe todo.

Pero su asistente social, Javier, tampoco lo sabe todo. El tampoco atina a explicar lo que no tiene sentido.

Benjamín había pasado por muchas vicisitudes que, ahora, vistas en su conjunto, nos hacen creer que su estancia en la residencia ha sido humanamente denigrante.

Marisol, Pere i Anna Mª ya nos lo habían contado…

A los pocos días que Benjamín ingresó en la residencia nos dimos cuenta que estaba postrado en una silla de ruedas y que no tenia consigo la prótesis, su pata de palo. Cuando, al pasar dos semanas, constatamos que Benjamín aún no había recuperado su pierna me decidí a indagar el motivo directamente en la residencia.

No sé quién se puso al teléfono. Una cuidadora o quizás alguna de las enfermeras. No lo sé. A Benjamín le habían retirado la pierna para evitar que se escapara de la residencia. No sabían a ciencia cierta donde habían guardado su pata de palo, pero la buscarían.

…Luego resultó que se la quitaron porque decían que estaba infectada de bichos y parásitos. Eso lo decía la directora del centro.

– Ante todo hemos de asegurar la higiene para todos nuestros demás residentes …

– Pero se podrá desinfectar…- respondí yo, ya con muchas dudas-, más que nada porque de permanecer mucho más tiempo inmovilizado en la silla de ruedas perderá las pocas posibilidades de volver a andar y correrá el riesgo de que la prótesis sea rechazada al adosarla nuevamente al muñón.

Por qué?…

Al día siguiente la directora de la residencia me confesaba que la pierna de madera se la habían tirado.

Por qué?… Por los parásitos que la inundaban?… Para que así Benjamín no pudiera fugarse?…

No lo entiendo!! No llego a comprender la impasibilidad con la que intentan darme razones y explicaciones de lo sucedido.

Era su pierna!!!

– Ha sido un error…- Es la escueta disculpa que podemos escuchar tanto Gerardo como yo, por parte de la directora del centro.

Para Benjamín no ha habido nada. Ni palabras ni posibles disculpas… La pierna, tampoco! Su pierna!!

Gerardo se encargó de que un carpintero le hiciera una nueva pierna de palo. Y una vez más hubo que hacer de tripas corazón y aceptar que Benjamín pagara el importe de la nueva prótesis. Aunque él nunca pidió que le quitaran la vieja ni mucho menos que se la tiraran.

Cuando Benjamín tuvo ya su nueva pierna tampoco le supuso recuperar la capacidad para moverse y desplazarse libremente.

La residencia era bonita y acogedora. Eso en su planta principal donde, en un amplio salón con sillones, los residentes dejaban caer, una tras otra, todas las horas muertas del día.

Pero Benjamín casi nunca estuvo en ese salón. Pasados tres meses de permanencia en el centro, Benjamín seguía confinado en los sótanos. Esa parte no la veiamos nosotros cuando lo íbamos a visitar. Por lo visto, en los sótanos languidecían día a día los residentes que estaban en peores condiciones físicas y psíquicas.

El sótano!!

No sé si se suponía que Benjamín tenía que ser el animador de las personas residentes que ahí, en ese sótano, esperaban acabar el paso de sus días. Benjamín se quejaba de ello cuando, en nuestras visitas, “nos lo subian” a la planta principal.

Aunque ciego y falto de una pierna, siempre ha estado muy lúcido y cuerdo.

– Ahí abajo estan todos locos, Miguel… Esto es peor que la cárcel… Yo me voy a morir aquí encerrao. Prefiero mil veces estar en la calle!

– Aguanta Benjamín,- le decía yo, poniéndome en su lugar e intentando comprender lo duro que debe ser pasar todas las horas del día al lado de personas que se han demenciado, casi abandonadas en su soledad.

No. No llegué a comprender ese precio que Benjamín tenía que pagar.

– Aguanta Benjamín. Aquí estás bien cuidado. Tienes tres comidas al día…. y la cama! Y en la calle ya no te dejan dormir.

También explicábamos a benjamín que el estar en esa residencia era solo provisionalmente, hasta que le dieran plaza definitiva en otro centro.

Que difícil se hace transmitir tranquilidad y confianza a una persona cuando sabes que esa persona no puede llegar a comprender el por qué de su situación.

Yo no lo comprendía. Pere tampoco.

Pere ha sido el amigo de Benjamín que lo ha acompañado en toda su amarga estancia en la residencia.

Pere, sin comprender tampoco por qué Benjamín no podía recibir un poco más de cariño y comprensión por parte de los profesionales cuidadores, se dedicó, en sus visitas semana tras semana, a estar a su lado, a escucharlo, a animarlo haciéndole recobrar momentos pasados de su vida con los que pudiera ir pasando su presente y su futuro…

Asó era cuando hacia mediados de agosto benjamín ingresó en una clínica a causa de un desprendimiento de la prótesis metálica injertada en el tobillo de la pierna sana.Benjamín fué intervenido quirúrgicamente con la mala fortuna de contraer, en la misma clínica, un virus contagioso.

De todo ello nos enteramos cuando supimos que, de nuevo ya en la residencia, Benjamín estaba aislado en su habitación. Seis o siete semanas aislado es la poca información obtenida por el personal de la residencia. De intentar saber de que enfermedad se trataba exactamente, o del por qué tenía que permanecer aislado antes que recibir atención en un centro más adecuado para ese propósito, no conseguimos saber mucho más. El tema de la protección de datos era el límite de información que obteníamos al intentyar esclarecer el por qué de unas medidas tan drásticas como el aislamiento.

Los profesionales del centro se quejaban del comportamiento y poca colaboración de Benjamín. El no podía moverse de la habitación y, caso de querer visitarlo, había que hacerlo con guantes y mascarilla. Segun nos dijeron, ese virus era contagioso, solo para las personas que tenían un sistema inmunológico más débil, es decir, contagioso para los demás residentes.

Benjamín no salía para nada de su habitación.

No sé si desde la residencia comprendían que el no podia asumir más su estado de soledad y aislamiento.

En una de las visitasde Anna Maria i Marisol, Benjamín, confinado ahora en su habitación, pidió para ir al baño:

– Benjamín necesita ir al baño- anunció Marisol a una de las cuidadoras que pasba por delante de la habitación.

– No hace falta que vaya al baño, lleva pañal y puede hacérselo encima-, contestó la cuidadora.

– Pero si puede ir al baño andando!!!!

– Si, pero ahora lleva pañal y no es necesario que se desplace- finalizó.

Yo creo que todos hemos llegado a sentir la humillación con ese suceso… Incredulidad. Incredulidad, más que nada, por la respuesta impasible de la cuidadora.

Si. A partir de entonces permitieron a Benjamín disfrutar de la todavía dignidad de desplazarse por sus propios medios al baño para hacer sus necesidades. Sin necesidad de pañal!! Pero esta opción tuvieron que planteársela Marisol y Ana Maria a la directora del centro.

Como pidiendo un favor especial!!

No sé. Al final siempre acaban por hacerse las cosas tal y como han de hacerse, pero con ese regusto amargo de que las atenciones utilizadas no han sido las más adecuadas para favorecer el respeto y dignidad de la persona. Como teniendo que pedir disculpas por pretender seguir conservando el propio espacio de dignidad personal.

Benjamín vuelve a dormir al raso.

Fué el pasado viernes. O quizás el sábado.

Se vé que Benjamín no estaba muy cómodo con el trato recibido en la residencia . Y se quejaba. Suponemos, por lo que sucedió finalmente, que para el personal de la residencia se quejaba demasiado.

Semanalmente estaban acompañandolo a hacerse curas hospitalarias en la misma clínica donde lo operaron.

No sabemos por que, pero ese día lo llevaron a otro hospital para curarlo. Y cuando de nuevo le dieron el alta hospitalaria y llamaron a la residencia para trasladarlo la respuesta fué que ese señor había sido dado de baja en el centro y que ya no residía ahí. Sin más.

Benjamín, por su parte, andaba loco por volver a la calle y recuperar su libertad perdida. Su dignidad tambien.

Benjamín volvió a dormir al raso. Ahora no quiere, de ninguna manera, volver a la residencia. A ninguna residencia!!

Y nosotros que lo comprendemos. Que nos ponemos en su lugar, que vemos como de golpe vuelve a perder la posibilidad de dormir en una cama y de comer caliente.

Pere está indignado.

También lo estan Anna Maria y Marisol.

Yo también lo estoy.

Cuando pensamos en como ha ido todo el proceso no podemos dejar de sentir una mezcla de rabia, de impotencia y de indignación.

No. En la residencia no ha podido tener sus necesidades cubiertas. Benjamín necesitaba comprensión. Acercarnos un poco a su ayer y a su presente.

Benjamín necesitaba que alguien pudiera estar a su lado. Escucharlo. Sin pretender decirle lo que tiene que hacer o donde tiene que estar.

Benjamín necesitaba un poco de cariño. Como todos los demás necesitamos.

Todo eso no lo ha podido tener Benjamín en su paso por una residencia.

Benjamín vuelve a dormir al raso.

Nosotros seguiremos visitándolo allí donde esté. Ese ha sido siempre nuestro fin. Estar a su lado y posibilitar que, con nosotros, vuelva a sentirse como persona.

Miquel Julià

Arrels Fundació

Quant a todoeltiempodelmundo

Soy Miquel Julià. Dicen que soy educador, pero en realidad soy persona. Mi quehacer discurre entre otras personas, en la calle, en hospitales,... Personas que se han visto arrojadas a vivir una situación de sin hogar. Miembro de Arrels Fundació. Barcelona
Aquesta entrada ha esta publicada en Historias sentidas. Afegeix a les adreces d'interès l'enllaç permanent.

6 respostes a Como es posible que vuelva a estar en la calle?

  1. Dani ha dit:

    Por dignidad. Ésta es la respuesta a la pregunta del artículo.

    Deduzco que después de vivir en la calle, perderlo todo y estar hecho polvo, cuando recuperas tu espíritu, tu dignidad y tu nombre, en un duro y largo proceso, ésto te fortalece aún más y hace que defiendas con más vehemencia tu libertad y tu dignidad ante quien quiera pisarte.

  2. Anna ha dit:

    Pere, Anna M, Marisol, Miquel…. y todos los que habéis participado e intervenido y lo continuáis haciendo en todo este proceso de acompañamiento de Benjamín: os diré una cosa, un par de cosas, que es lo único que se me ocurre y creo que debo deciros con tal disbaratada situación: ÁNIMO. Ánimo y OLÉ por vuestra intervención.

    El paso por la residencia que ha hecho Benjamín, como ya comenta Miquel Julià, ha sido denigrante, vergonzoso, indigno. Pero yo os quiero hacer una reflexión a todos los que lo habéis estado acompañando y continuáis estando al lado de Benjamín. Sé que debe ser durísimo para todos vosotros ver el trato que ha estado recibiendo Benjamín y al desenlace al que lo ha llevado. Queréis a Benjamín, os preocupáis por él, por su bienestar, por sus sentimientos, por su persona y por encima de todo por su dignidad. Sois como su familia. No, no, quitaré una palabra de la frase: SOIS SU FAMILIA. Y es que esta es la realidad. Para Benjamín, vosotros sois su familia. Personalmente no conozco toda la historia de este señor, pero conozco o voy conociendo, porque nunca dejamos de aprender de ellos, la soledad que sufren estas personas que viven en la calle. Benjamín era una de estas personas que vivía en la calle acompañado por su amarga soledad. Hasta que un buen día se le acercó alguien, este alguien se acercó otro día, y otro y otro y otro…. y surgió la relación, el vínculo… y se produjo algo maravilloso: Benjamín volvía a sentirse persona, su existencia importaba y su bienestar…. había quién se preocupaba por él. Este proceso de recuperación de confianza y autoestima puede llegar a ser muy duradero en el tiempo, incluso a veces puede que no llegue a producirse nunca. Pero con Benjamín se ha conseguido.

    Ingresar en una residencia es muy duro, incluso para las personas que estan acompañadas por su familia. ¿pero os imagináis como debe ser para una persona como Benjamín? Alguien que ya se ha sentido abandonado y olvidado por la humanidad, alguien que ya ha sufrido lo bastante en la calle, solo, al margen de la sociedad. Alguien que ha luchado y ha hecho un gran esfuerzo para volver a confiar en las personas… Alguien, muy frágil, que ha vuelto a recuperar algo que había dado por perdido para siempre: ser alguien para alguien, importar a alguien. Y con lo que ha costado todo este proceso….. volver a vivir un abandono….. debe ser HORROROSO. Pero esta vez Benjamín no está solo. Su familia está cerca y él lo sabe, sabe que lucháis por él. Pero no deja de estremecerme un pensamiento: que Benjamín se canse de luchar. Y aquí juega un papel muy importante su familia: sólo vuestra calidez, vuestro apoyo, vuestro amor, vuestra compañía, vuestro estar a su lado pueden salvaguardar el poco amor propio que le queda a Benjamín.

    Sé que es una difícil encomendación acompañar procesos como este pero lo estáis haciendo muy bien. MUY BIEN.

    Un abrazo. Y un besazo para Benjamín.

  3. Olga ha dit:

    Òstia!

  4. enrique richard ha dit:

    ¿Sabes lo que más me indigna de todo esto? Que muchos de los que se dedican a la exclusión en los servicios sociales no se creen que el vivir dignamente sea un derecho como lo es la educación o la salud (ver, si no, la polémica del Bendito dedo). Y entonces, este derecho que, como tal, sería intocable, muchos servicios sociales lo utilizan como moneda de cambio. Como un regalo que yo, que tengo la sartén por el mango, lo utilizo para que tú te comportes como te has de comportar, porque, si no, te quito el regalo que te estoy haciendo. Y así los elementos que les dan y que les deberían servir para lograr su autonomía (sin prejuicios), se convierten para el excluido en la Espada de Damocles que en cualquier momento le puede devolver allí de donde salió. No se permite la equivocación o el uso incorrecto o el comportamiento altisonante.
    Cualquier hijo de vecino tiene derecho a equivocarse y a ser bueno o a ser malo; pero, ¡claro!, el hijo del vecino se gana las habichuelas, el excluido, no. A los excluidos les damos las habichuelas como reclamo para que se integren; pero si no se integran tenemos todo el poder del mundo para quitárselas. ¿Eso es lo justo? ¿Es eso creer en el derecho a vivir dignamente si resulta que para ganar este derecho debe demostrar que se lo merece?
    Yo no soy profesional, no sé cómo se ha de hacer, pero ¡nunca puede ser que nos erijamos en jueces de los derechos del otro! Si es así, nos equivocamos. Habrá que exigirle al profesional que busque otras alternativas y, ¿por qué no?, hacerle admitir que nadie es perfecto (ni tan siquiera nosotros), pero que los derechos no son moneda de cambio. Y el derecho a vivir dignamente -como el derecho a la vida-, mal que en ocasiones nos pese, lo tenemos tanto los buenos como los malos, el que es justo como el que no lo es, el que es honesto como el falso, el que es honrado como el que roba, el que utiliza bien sus recursos como el que los dilapida…
    El hacer este derecho intocable seguro que hace más difícil la faena al profesional en su trabajo hacia la autonomía de la persona excluida, pero es entonces, que cobra todo su sentido “los setenta veces siete” y “el todo el tiempo del mundo” de Arrels.

  5. JM ha dit:

    Hasta que no sepamos mirar a la persona que tenemos delante de la misma manera que lo hace un niño con toda su inocencia, esto seguirá pasando.
    Si no sabemos (podemos? queremos?) ver al proismo como alguien exactamente igual a nosotros, que PUÑETAS hacemos trabajando con personas.

    JM

  6. Retroenllaç: Acción Social transformadora? « Todo el tiempo del mundo

Deixa un comentari